Reflexión a partir del libro: "22 maneras de caerse bien"

 Tenemos experiencias que agrietan progresivamente, el mundo de la infancia y todas hacen referencia al yo.

Esto quiere decir, o como yo lo entiendo, es que, conforme vamos teniendo contacto con el mundo, nos damos cuenta que somos parte de algo mas grande que nosotros mismos.
La madurez, me parece, es aceptar que no somos "el ombligo del universo". Esta aceptación debe ser sin dramas, es decir, al entendernos como parte de algo más grande podemos sentirnos tan apocados que, en lugar de "resurgir" y enfrentarnos con la realidad, nos hundimos más en nuestro mundo, tratando de exigirle lo que nos quitó al mostrarnos la realidad.
¿Cuál debería ser, entonces, nuestra respuesta? ¿Cómo podríamos ir respondiendo adecuadamente?
Obviamente, cuando somos pequeños, necesitamos de nuestros padres o de alguien que nos oriente y nos lleve adecuadamente. ¿Pero, cuando nuestros padres no están capacitados para ser buenos guías?
No estamos perdidos. Depende de a qué edad nos demos cuenta, pero no es imposible resolver  lo que estamos arrastrando; sin duda será más duro el cambio entre más tiempo haya pasado, sin embargo, si se quiere y se pone esfuerzo, todo es posible.

Importante es tener en mente que, si nos damos cuenta de la falta de nuestro padres, no es culpa de ellos, no es culpa de nadie, en realidad. 
Debemos tener presente que si ha habido esa carencia ha sido porque no sabían cómo darnos eso: "Nadie da lo que no tiene".
Así que, se trata de que al percatarnos del hecho, reconozcamos lo que faltó, buscar el remedio y aplicarlo.
Rodearnos de personas, o al menos una que pueda dirigirnos, es la mejor. Necesitamos de alguien que nos diga que vamos por buen camino.
Una de las lecciones que nos da el mundo es que no somos autosuficientes, dependemos y necesitamos de los demás.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Metallica

Crecimiento