Mi historia con el Opus Dei (III)
Entonces, en el 2002, ingresaba a la Escuela Telesecundaria Femenina de Montefalco.
Para llegar a la escuela me tenía que levantar a las 5 am, los primeros meses, mi papá nos llevaba a la terminal de autobuses que estaba en el centro, viajaba en el servicio de tercera que brinda OCC en su marca Volcanes, con mi hermano mayor que asistía a El Peñón, la escuela para niños; el trayecto duraba aproximadamente media hora, luego teníamos que bajarnos en el arco de Jona y tomar una combi que nos llevaría directo a la escuela.
El primer día que fui a la escuela no hubo clases porque estaban arreglando no sé qué cosa y no nos avisaron, así que emprendí yo sola el camino de regreso. Tenía un poco de miedo pero era eso o esperar hasta las 2 pm a que saliera mi hermano. Tuve una semana más de vacaciones.
Por lo menos en este capítulo, no me voy a detener en mi vida estudiantil mucho. La escuela se me hacía muy bonita, los grupos eran reducidos, aunque el mío era casi de cuarenta, en segundo había veinticinco o algo así. Como era telesecundaria había una televisión en cada aula, mis compañeras provenían de Axochiapan, Tepalcingo, Quebrantadero, Chalcatzingo, Zacualpan...
Ya no recuerdo cómo fue pero mi primer grupo de amigas estaba constituido por Laura Carolina, Violeta, Nidia Monserrat, Monserrat Aroche y Luz Carolina; Violeta era la líder, le gustaba bailar. Creo que la mejor forma de describirla es comparándola con Regina George.
Justo en este primer año nos enteramos que mi mamá tenía cáncer de mama, fue algo horrible e incierto, la operación, las quimios, las radiaciones... su ausencia. Mi abuelita se regresó a vivir con nosotros por año y medio o algo por el estilo, fue muy poco tiempo, no estuvo todo el proceso porque mi mamá y mi abuelita no se aguantan mucho.
Tener un sustituto de mamá fue mejor que nada.
No sé por qué no le conté a nadie que mi mamá estaba enferma, mis amigas se enteraron porque mi mamá le contó a la mamá de Violeta.
No me acuerdo de cómo era yo, siempre me percibieron como callada, inteligente, simpática, pero en realidad por dentro...
Empezamos a rezarle al entonces beato- creo- José María Escrivá de Balaguer, todos los días nos hincábamos todos a rezar.
No recuerdo cuándo me empecé a encerrar para hacer una especie de oración cuyo contenido era más una planeación de mi muerte que un verdadero diálogo con Dios. Un día recurrí a un librito que se llama Camino, leía unos cuantos puntos y empecé a tener cada día más paz interior.
Mi preceptora o asesora, era Cata Pérez, una de las señoritas de rosa, me visitaba muy seguido, me instaba a rezar, hacer romerías, a confesarme seguido, a comer con ella, ni mi tía que vivía allí hacía eso y me hubiera sentido más a gusto con ella.
En fin, ahora le guardo un especial cariño a Cata a pesar de todo.
Creo que fue en mi segundo año cuando la trasladaron a Toshi y pedí de preceptora a una señora que conocía de las veces que mi tía había ido a la casa y de cuando íbamos con mi abuelita y mi mamá a los retiros y clases, ahora no recuerdo su nombre.
De mi grupo de amigas yo era conocida por mocha, un día Violeta me prestó un libro de Paulo Cohelo, lo empecé a leer y me llamó la atención que hablaba de la reencarnación, creencia contraria a la fe católica, así que le conté a mi preceptora y me dijo que le diera el libro para revisarlo. Regresé al salón, lo saqué de mi mochila y se lo entregué.
Bueno, este acto me valió el enojo de todas las de mi grupito de amigas, me dejaron de hablar. Resulta que no debí darle el libro porque no era mío y qué tal si me lo confiscaba, si no quería leerlo o tenía dudas mejor les hubiera dicho a ellas, recibí esas y otra cantidad de recriminaciones. Me sentí muy mal, le pedí el libro a la señora y me dijo: ni lo he visto.
Después de esa ruptura, aunque intenté hablar con ellas y arreglar las cosas, no volví a juntarme con ellas y no tuve amistades profundas. Siempre tuve a Luz Carolina, los seis años que estuve ahí pero esa amistad murió cuando salimos de prepa y la amistad de Monse A. también. Nunca me sentí parte realmente de algún grupo y aunque al parecer sí me tenían afecto siempre esperé tener amistades como la que había tenido en la primaria con Daniela o con Nancy.
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